En México últimamente se habla de la desigualdad entre hombres y mujeres. Los movimientos feministas están al día, en pugna constante para combatir y boicotear cualquier cosa que le parezca agresión al sexo femenino. Y aunque mucho esté justificado, hay otras realidades, en otros países, donde realmente la mujer es algo peor que un ciudadano de segunda. Esta realidad es pintada por el autor de origen afgano y radicado en California, Estados Unidos, Khaled Hosseini.
Mariam y Laila son dos mujeres afganas que por azares del destino terminan casadas con el mismo hombre. Vemos de entrada la historia de Mariam, que tuvo la mala fortuna de nacer fuera de matrimonio y que en sus ansias de tener cerca a su papá, desencadena los acontecimientos que la llevan a ser dada en matrimonio a un zapatero que le da una aparente vida buena, hasta que ocurre algo que hace que la repudie, comenzando una constante agresión psicológica y de golpes.
Laila crece en un época que la mujer tenía más oportunidades, podía estudiar y aspirar a ser algo más que una esposa. Su papá le alienta. Pero los conflictos políticos con movimientos armados religiosos y con la Unión Soviética, acaban con ello, dejando a Laila desamparada y auxiliada por el zapatero esposo de Mariam.
Dos mujeres compartiendo una misma casa. Primero enemigas y luego hermanadas por la inferioridad con la que viven, surgiendo con fortaleza para poder sobrevivir. Esta no es una historia que te dejará indiferente. Es una de las peores realidades de desigualdad que aún hay en países de medio oriente.
Les comparto éste fragmento el cual desprendió de mí algunas lagrimas:
—Te avergonzabas de mí.
Mariam dio media vuelta y se dirigió a la parte delantera del autobús. Oyó que Yalil la seguía. Cuando llegó a las puertas hidráulicas, lo oyó a su espalda. —Mariam yo. Ella subió al autobús, y aunque con el rabillo del ojo vio a Yalil caminando junto al vehículo, siguiéndola, no miró por la ventanilla. Recorrió el pasillo central hasta el fondo, donde Rashid se había sentado con la maleta de su flamante esposa entre los pies. Ella no se volvió para mirar cuando Yalil apoyó las manos en el cristal, ni cuando lo golpeó una y otra vez con los nudillos. El autobús inició la marcha con una sacudida, pero Mariam no se asomó para ver a su padre corriendo junto al costado. Y cuando el autobús se alejó, no se acercó al cristal para mirarlo, para verlo desaparecer en medio de la nube de gases y polvo.
Me encantó tu reseña, Alejandra. Yo leí esa novela hace tiempo y me gustó mucho. Un beso.
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Sí, es muy buena novela, no tan famosa como Cometas en el cielo. El autor se mete muy bien en el pensamiento femenino y la situación de las mujeres de su país. No pude evitar llorar varias veces.
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