Por: Alejandra Inclán
Tengo curiosidad de tus labios,
de probarlos, de degustarlos,
de morderlos, de absorber el dulce néctar
con tintes agridulces, que de ellos emana.
Sentir tu humedad viviente y juguetona,
mientras tus manos acarician mi tímido cuerpo,
que a ratos se paralizaría,
ante tu boca experimentada y melosa.
Sentir tu pecho y el mío,
rosando la tibieza y furia del corazón,
tus manos rodeando mi cintura o mi cuello,
qué más da, sí sé que tus labios siento.
Tengo curiosidad de tus labios,
de su carne y su esencia,
de esa forma tan singular de auto morderse,
de auto sensualizarse y entregarse.
Por eso me gusta cuando me hablas,
me hipnotiza el vaivén de tus labios al gesticular,
pues con tus palabras muestras y desnudas tu alma,
que tanto me mata.
Sí, tengo curiosidad de tus labios.
Si ellos no me besan, he de besarlos yo,
porque si me quedo con la curiosidad,
puede que otra persona sea quien se dé a la tarea
y no vuelta a tener la oportunidad.
Tengo curiosidad de tus labios…
¿La tienes tú de los míos?
No sé, no lo digas, no quiero saberlo,
basta con que yo la tenga.
Acerca tu boca a la mía y cierra tus ojos,
no necesitas verme, basta un minuto apenas
para mitigar mi curiosidad,
y emborracharme del beso que muero por dar.
Tengo curiosidad de tus labios.