Por: Alejandra Inclán
Suspiro y vago por tu sitio vacío,
por esos espacios donde sé
que puedo sentir tus respiros.
Solo doy rodeos,
y no me atrevo a pisar tu calle,
porque me invade la soledad,
por no poder acercarme y tenerte.
Cada paso es un asesino,
porque camino y muero ,
al ver que no tengo el valor para tocar a tu puerta,
porque con horror descubro,
que puede que no seas tú
quien se presente ante mi sensible existencia,
que sea esa otra persona,
aquella que no te permite
vivir la felicidad de mi presencia.
Rondo de día,
y me pierdo en las sombras de la noche
y tu mirada no se cruza con la mía
¿Es acaso justificado este tormento?
¿Es necesario todo esto?
Un farol apenas ilumina,
sigo entre sombras
y veo distante la luz de la casa donde tu ser anida.
Te quiero ver y no sé si estás.
Tal vez el amanecer me alcance y no te vuelva a ver…
o puede que despierte con el chillido de tu puerta al abrirse,
mientras tú te abres camino y te diriges a tus deberes,
sin presentir que estoy tan cerca, escuchando fuerte tus latidos.
Y te dejo partir,
te vas y ahí me quedo sin poderte alcanzar,
en la calle de la soledad.