Por: Alejandra Inclán
A veces quisiera no andar tan de prisa, dejar mi camino apresurado e ir lentamente, como si contara mis pasos, desacorde con la ciudad, con las personas que a mi lado transitan y que como yo, siempre caminan apurados.
A veces quisiera no andar tan de prisa, olvidar el reloj, los minutos, los segundos, y sobre todo el checador, que me espera como tirano que augura que un retardo más y tendré un descuento, un día menos de sueldo y se cae mi estabilidad económica, mis pagos se juntan y no alcanzo a cubrirlos todos, a menos que sacrifique un par de comidas en la semana. Al fin y al cabo, el ser humano puede vivir 70 días sin comida.
A veces quisiera no andar tan de prisa, levantarme de la cama y no fijarme primeramente en el despertador, no ponerme de pie en seguida y volver a darme la vuelta y decir “cinco minutos más”, sin el remordimiento que me da cuando lo hago, sobre todo los días lunes.
A veces quisiera no andar tan de prisa, quedarme todo el día acostada, apagar el celular y no avisar al trabajo por mi ausencia, o fingir alguna rara enfermedad, que al final, no podré justificar.
A veces quisiera no andar tan de prisa, salir de mi casa no por obligación, sino por querer ver el sol, disfrutar el trayecto en camión, bajar a mi destino, caminar, ver aparadores, ir a mi restaurant favorito, pedir un café y tomarlo por placer, no por la necesidad de un estimulante que me permita terminar de despertar y trabajar.
A veces quisiera no andar tan de prisa, pensar que voy a hacer lo que más me gusta, que por eso estudie tanto, para no estar en una profesión aburrida y sin sentido. Pero debo aceptar que me gusta lo que hago, o me gustaba. Tal vez mis gustos han cambiado y quiero realizar algo diferente, o simplemente todo se me ha convertido en el fastidio de una rutina, que me ha hecho perder la alegría de los primeros años.
¿Qué me pasa? No sé… y no me quedan minutos para pensarlo más, debo correr esta última cuadra para llegar a tiempo y que mi huella digital se pose en el checador. Esta es mi lucha de cada día, ya me cansé de andar de prisa, sólo quiero termine esta jornada, llegar a casa, tirarme en la cama, leer un libro, y dormir para olvidar. ¿Pero qué digo?, dormir es el preludio a la rutina que he descrito. Ni dormir puedo disfrutar. Creo que es hora de intentar, hacer unos cambios al tío vivo en el que me he metido. Intentar y lograr…
Cuando lo estresante de vuelve norma y la rutina densa hay que buscar cosas que nos recreen. El ritmo lento amén el ajetreo lo propicia.
Saludos.
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