Por: Alejandra Inclán
Muerte,
eres parte de nosotros,
porque sin ti no habría vida.
Muerte,
los mexicanos jugamos contigo cada 2 de noviembre,
y no siento que nos burlemos por ello,
porque de alguna manera disfrutas
las manifestaciones que te mostramos,
por medios de nuestros seres queridos que ya partieron.
Muerte,
no me preocupa encontrarme contigo,
mejor me ocupo de existir, porque si pienso en ti,
me olvido de lo que he venido a vivir,
me olvido del aquí y el ahora, y sufro por adelantado
el proceso biológico y el desprendimiento espiritual,
que todos habremos de pasar.
Muerte,
solo me preocupa el beso que le puedas dar a mis seres queridos,
aunque sé que tarde o temprano pasará.
No quiero que se vayan, no quiero ocupen espacio en mi altar
en el día de muertos; quiero que estén con vida
y por siempre cerca, muy cerca de mis brazos.
Lo sé,
mis deseos suenan desesperados,
muy humanos, y es que aún sigo siendo humana,
no me he desprendido completamente de lo material,
del sentimiento de posesión,
del dolor y el sufrimiento que se padece cuando hay amor.
Pero el amor también nos puede salvar,
dar felicidad y dársela a los demás.
Así que medito y trato de no temerte demasiado,
porque si no, mi perspectiva pierdo
y no puedo querer así en su plenitud a los que siguen conmigo,
a los que aún puedo amar sintiendo su calidez corporal.
Muerte,
me disfrazo de tu representación más socorrida en México,
de la Catrina, y con ello busco quitarme y desprenderme de mis deseos.
Para aprender que existe la transformación, la evolución,
el plan de nuestro creador.
Muerte,
aún no me visites, deja mi misión cumplir.
Ya llegará el día que nos tomemos juntas una copa.
Y tú lo sabes, no será la primera vez,
mientras esté en el eterno retorno,
en la transmigración de las almas,
en la historia de la eternidad…
tú y yo, nos volveremos a encontrar.
¡Salud Muerte!,
y larga vida a quien necesite tenerla.
Adiós, nos saludaremos nuevamente,
el siguiente 2 de noviembre.