Por: Alejandra Inclán
Sobrevivo de café,
taza a taza busco dilatar mis ideas,
para que se expandan
y no queden encerradas en mi corteza cerebral.
Sobrevivo de café,
porque necesito la estimulación
para que mis sentimientos no se estanquen en mi corazón,
y así compartirlos.
Sobrevivo de café,
en mis soledades,
donde quisiera quedarme lejos de los ajetreos del sistema
que merman mis instintos artísticos.
Sobrevivo de café,
de esa taza caliente que me lleva a imaginar una vida mejor,
ahí donde mis palabras valen,
donde escribo un poema con el aroma de la cafetera,
con ese líquido negro que me recuerda que estoy viva,
aunque más allá de mis puertas este la muerte cotidiana
que busca dejarme sin ganas.
Sobrevivo de café,
me lo prescribe el espíritu,
para así alcanzar lo etéreo
y construir con palabras un mundo donde pueda mudarme,
y no tomar café como medicina,
sino como el deleite que hace falta a mi vida.