Por: Alejandra Inclán
Llegué al viernes. Quisiera estar feliz y no puedo. Quizás sea esa voz existencialista en mi cabeza que me grita que esto es apenas un suspiro en mi largo recorrer del mito de Sísifo.
Es viernes y no estoy feliz. No pienso en los amigos, en la salida, en el cine, ni en la tortura de estar durmiendo todo el día en la casa sin hacer nada. Sí, me tortura lo que antes amaba, porque ese descanso necesario no me ha dejado salir a la vida, sonreír, buscar nuevos barrios, rumbos. Estoy cansada, es viernes y no quiero saber más de la vida. Mientras debo fingir tranquilidad en lo que termina el día de oficina.