Por Alejandra Inclán
Quiero adoptar un dios,
uno que no me reprenda;
que sí me prohíba cosas,
pero que me explique su por qué.
Un dios que no se arrepienta de mi existencia
y que a las primeras de cambio
no me quiera mandar un diluvio y así ahogar.
Que no me ande poniendo pruebas
del amor que le puedo profesar,
al fin y al cabo, si le he elegido,
es porque deseo quererlo y amarlo sin condición.
Un dios que siempre sea coherente,
que no me pierda en el desierto por años,
que acepte mis defectos,
que no los vea como pecados.
Un dios que no tenga nada que perdonarme,
porque aceptará que no puede medirme bajo sus estándares.
Y no lo digo porque desee portarme mal, simplemente,
hay ocasiones en las que no sé cómo actuar.
Un dios que no se le ocurra apostarme
con algún curioso amigo,
el cual me llevará al límite
para demostrar mi fidelidad.
Quiero adoptar un dios que me escuche,
que aunque sea silencioso,
sepa decirme que conmigo siempre estará.
Un dios que no se le ocurra nacer hombre,
vaya, mejor que se haga mujer,
así quizás sea capaz de comprenderme.
Quiero adoptar un dios…
Dime, ¿acaso tú te apuntas?
O tú que ya tienes uno,
¿acaso este cubre mis requisitos?
Déjame saberlo,
para mandar cuanto antes
mi solicitud de adopción.
